Translate

sábado, 19 de julio de 2014

· EL CRISTIANISMO EN SEPTEM ·

Emilio A. Fernández Sotelo y la basílica tardorromana

Proyectos de urbanización acometidos a mediados de los años ochenta en la calle Gran Vía proporcionaron hallazgos arqueológicos de entidad, entre los que destacaban numerosas tumbas de época tardorromana (siglos III- VII d.C.). Su importancia provocó intensas excavaciones arqueoológicas durante más de cinco años que permitieron poner al descubierto la existencia de un edificio de planta basilical, dotado de ápside semicircular, identificado como una basilica por su excavador, Emilio A. Fernández Sotelo.

Medievalista de formación, este investigador se dió cuenta inmediatamente de la importancia del monumento, dedicando buena parte de sus esfuerzos intelectuales durante años a su estudio. Su importancia provocó una sesión monográfrica durante el II Congreso Internacional del Estrecho de Gibraltar (Ceuta 1999), habiendo intervenido en su correcta caracterización arqueólogos de gran renombre como M. Sotomayor o M. Bendala, y habiendo sido muy prolífica la literatura que sobre ella se ha generado. Y gracias a él se pudo conservar el único edificio que testimonia la importancia de una ciudad de Septem en la Antigüedad Tardía, actualmente convertido en el Museo de la basilica tardorromana, tras un lento y complicado proceso que ha durado exactamente dos décadas, ya que el monumento se ha integrado urbanísticamente entre varias edificaciones reproduciendo internamente el volumen de estas basílicas litúrgicas y permitiendo un ameno recorrido por la historia de Ceuta.

La excepcionalidad de la basílica es evidente. En primer lugar porque constituyen uno de los escasos edificios de planta basilical de toda la Mauretania Tingitana, contando con paralelos únicamente en Zilil (Dchar Jdid, cerca de Arcila), y en Tingis (Tánger) -además de otras dudosas propuestas en Lixus y Volubilis-, y el único que cuenta con una amplia cronosecuencia que incluye prácticamente quinientos años de vigencia. En la vecina orilla de la Baetica, únicamente contamos con el cercano ejemplo de Vega del Mar -Marbella- y con los dos edificios litúrgicos de Carteia, además de diversas menciones indirectas a basílicas en inscripciones y en documentos o excavaciones antiguas. Es, por tanto, junto a Vega del Mar, la basílica más importante de las conservadas en todo el Círculo del Estrecho.

Es, además, una de las escasas evidencias del cristianismo en la Tingitana, pues como sabemos estas comunidades se caracterizan por sus escasas representaciones iconográficas, a pesar de que a finales del siglo IV se trata de la religión oficial del Imperio. Unicamente algunas lucernas y algunas fuentes en sigillata africana con representaciones de cruces enjoyadas, crismones o escenas de simbología cristiana constituyen evidencias de este cristianismo primitivo en la zona, de ahí la excepcionalidad de la conservación del monumento.

La dilatada vida del edificio provocó su transformación, de una necrópolis en época medioimperial, a un ámbito edificado de planta rectangular, que con posterioridad sería ampliado y dotado de ápside semicircular. La sepultura privilegiada es de una mujer, posiblemente santa o martir, de la cual carecemos por el momento de dato onomástico alguno. En torno a ella se enterraron numerosos personajes, siguiendo la práctica que nace en el Bajo Imperio romano de inhumarse cerca de las sepulturas de los miembros importantes de la comunidad (la llamada Tumulatio ad sanctos). Y en alguna de las tumbas se realizaron ágapes funerarios -comidas en honor de los difuntos-, lo que provocó que la propia tipología de las sepulturas se adaptase a estas costumbres, creando las mensae, o inhumaciones rectangulares sobreelevadas sobre las cuales se realizaban estos ritos citados, entre otros, por San Agustín.

Se tuvo la previsión de no excavar la totalidad de las tumbas de la basílica, por lo que restan para el futuro muchas investigaciones arqueológicas por desarrollar, de ahí que no se trate, ni mucho menos, de un yacimiento agotado científicamente.

Previamente a su descubrimiento no se sabía casi nada de los últimos siglos del devenir histórico de la ciudad, antes de la llegada del Islam. Su hallazgo fue un auténtico revulsivo, y diversas tesis doctorales han tratado esta cuestión de manera nuclear o más o menos directa. Su preservación para el disfrute de las generaciones venideras es un buen ejemplo de la perfecta compatibilidad de la progresión urbanística con un adecuado respeto a los restos arqueológicos de entidad como el que aquí nos ocupa. Y a Emilio A. Fernández Sotelo le debemos el poder disfrutar hoy en día de este singular testimonio de nuestros predecesores.

Fuente: Historia de Ceuta, de los orígenes al año 2000.

No hay comentarios:

Publicar un comentario