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lunes, 15 de diciembre de 2014

· EN TIERRAS DEL CONDE DRÁCULA ·


Se sabe con toda certeza que el castillo de Bran fue construido por los Caballeros Teutónicos en 1212 y que luego fue reforzado por los sajones para asegurar la defensa de la ciudad de Brasov, en Rumania. Sin embargo, los miles de fieles que lo visitan cada año prefieren creer que fue allí donde vivió el tenebroso conde Drácula.


La confusión nace de que en el siglo XV lo usó ocasionalmente como refugio un príncipe de Valaquia no menos tenebroso que el vampiro. Se llamaba Vlad Tepes, o Vlad el Empalador, y tenía a su cargo la defensa de la frontera oriental del reino. A fin de disuadir a los futuros invasores, y para que el castigo sirviera de ejemplo, ese príncipe tomó por costumbre condenar a sus enemigos a morir empalados, para lo cual ordenaba que fuesen clavadas en el suelo unas estacas dispuestas en bien ordenadas hileras al pie de las murallas del castillo.


Puesto que en ocasiones el tormento les fue aplicado a varios cientos de presos a la vez, el lugar quedó impregnado desde entonces en una atmósfera de terror tan morbosa que el novelista irlandés Bram Stoker quedó hondamente impresionado cuando lo visitó en el siglo XIX. El clima de misterio que ya envolvía los Cárpatos, unido a la siniestra leyenda nacida en el castillo, le parecieron a Stoker el marco más adecuado para dar vida a su temible criatura bebedora de sangre y que con el tiempo ha suplantado en fama y terror a su predecesor y modelo.

Recientemente el castillo ha cambiado de dueños y aunque tanto los antiguos como los nuevos propietarios no ignoraban la gran dosis de leyenda que impregna las piedras y estancias de ese castillo, resulta evidente que la sombra inconfundible de aquel noble de fama imperecedera estuvo presente en la firma de escrituras y por lo tanto influyó en el precio de la transacción. El castillo, considerado monumento nacional, se encuentra en Transilvania (patria chica del siniestro conde-vampiro), cerca de la frontera con Valquia.

En el siglo XIII se instaló allí un pueblo medio esclavizado, los valacos, quienes un siglo después lograban independizarse de Hungría y fundar un principado. Muchos años después, y al cabo de incontables rebeliones y alzamientos contra los otomanos, en 1862 dieron origen al Reino de Rumanía, antecesor de la actual república del mismo nombre.

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