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martes, 4 de noviembre de 2014

· CABELLO Y BARBA ·

¿COMPLEMENTOS ESTÉTICOS O ALGO MÁS?


Los cabellos son portadores de una gran parte de la energía de las personas, de la que no se desprenden aunque estos se hayan caído, lo que propició su reconocimiento desde la Antigüedad como material sumamente eficaz para la práctica de diferentes operaciones mágicas, tal como las encontramos ya descritas en Las metamorfosis de Apuleyo (siglo II d.C.); también hay registradas  ciertas prácticas mágicas realizadas por tribus africanas y de Oceanía en las que con frecuencia cortar los cabellos es una operación considerada peligrosa.

El mito de la fortaleza de Sansón descansa en la creencia de que cuanto más largos son los cabellos, más energía transmiten a la persona que los posee. A muchos condenados, aparte de porque era considerada una medida higiénica, se les rapaba totalmente la cabeza en señal de castigo y como modo de apaciguar su destemplanza, mientras que en los monasterios y en el ejército era señal de humildad y obediencia.


La calva es evidencia de virilidad, y las entradas prematuras, indicio de que el individuo tendrá una larga vida. Las doncellas solían entregar su cabellera como promesa en señal de recato; de ahí que en nuestros días se convierta en exvoto ofrecido a la Virgen y los santos, como se puede apreciar en numerosas ermitas y templos, tal y como se hacía ya en Delfos y otros lugares sagrados de la Antigüedad.

En toda Europa existe la creencia de que si un pájaro hace su nido con cabellos de una mujer, esta sufrirá de jaquecas y vértigos; también la de que el afortunado que llegue a poseer cabellos de un ahorcado podrá hacerse invisible a voluntad. Muchas creencias son universales, como la de que encontrarse un cabellos en el hombro es aviso de la llegada de una carta, y en las operaciones mágicas el pelo ha desempeñado un papel sumamente importante, lo que con frecuencia se ha traducido en el cuidado con que se observa el lugar donde va a parar una vez cortado.

Durante siglos, con el cabello se han preparado embrujos de amor con la intención de doblegar la voluntad de una amada que no se muestra muy complaciente y trata al hombre con desdén. En otras ocasiones, para apagar la energía que contiene, se recomienda escupir sobre él o mojarlo. Las coronillas que se forman en la cabeza de los niños son señal de un carácter inquieto, y si aparecen dos, son signos de inteligencia. A veces, para pacificar a las fuerzas que parecen ejercer una mala influencia, se recomienda arrancar un cabello, sobre todo de la nariz o de un oído. El viernes no es un día indicado para cortarse el pelo, y menos aún si la luna se encuentra en cuarto menguante, pero sí es apropiado hacerlo el lunes.

La mujer de un marino no debe cepillarse el cabello mientras su marido esté embarcado, pues ello no solo acarrea mala suerte, sino que hasta puede desencadenar una tempestad que alcance al barco en el que navega. Los pelirrojos tienen fama de hombres con doblez de carácter (lo era Judas Iscariote), según una tradición que se ha conservado durante siglos (Castilla), y el que los posee de ese color sufre de delirios lujuriosos por el calor que le producen en todo el cuerpo (Cataluña y Aragón).

El agua de la lluvia es buena para lavar la cabeza, sobre todo la del mes de mayo, pues hace que el cabello crezca con fuerza (Extremadura, Murcia, Levante, etc.). Por cada cana que un individuo se arranque, le nacerán siete. Si se deposita un cabello con la raíz en un recipiente con agua, pronto se convertirá en una serpiente. No se deben tirar a la calle marañas de cabellos, pues pueden ser recogidos para hacer hechizos con ellos.

Para favorecer el crecimiento del cabello se untará la cabeza con excremento de gato o, en su defecto, de perro (Andalucía, Aragón, etc.). Se puede propiciar el regreso de una persona hirviendo algunos de sus cabellos. Si los cabellos sobre la frente de una mujer caen de punta es que va a ser viuda (Andalucía). Para que vuelva a crecer el cabello hay que coger un trozo de corcho, quemarlo hasta que esté muy negro, mojarlo en aceite y aplicarlo en las zonas en que se ha caído (una variante andaluza aconseja hacerlo con aceite en el que se ha frito un lagarto). También vuelve a crecer si la zona se restriega con agua en que se ha hervido perejil (Extremadura).

Barba, símbolo de la virilidad y de la fuerza física por excelencia.


En la Antigüedad, cuando se quería caracterizar a un dios, a un héroe guerrero o a un sabio anciano, generalmente se le representaba con barba, e incluso se daba el caso de recompensar a una mujer que obraba con fuerza y genio con una barba postiza en señal de reconocimiento. Los romanos solían guardar la primera barba rasurada y la conservaban durante toda la vida.

Una leyenda sobre el origen de la barba dice que un día, Adán, mientras descansaba en el Paraíso después de haber ingerido una gran cantidad de néctar de frutas, se quedó dormido sin haberse limpiado el mentón, lo que incitó a un mono a sentarse sobre él ya depositar parte de su pelo en tal lugar.

En España, hasta el siglo XIX la mayor parte de los hombres llevaban barba, con la excepción de sacerdotes y toreros. A los enfermos se les recomendaba vivamente no afeitarse porque tal conducta prolongaría su estado de postración; también se afirma que si en cualquier caso un enfermo intentaba afeitarse y tal práctica le resultaba sumamente laboriosa, la muerte le rondaba.

Desde la Edad Media la barba fue señal ostentible de luto, aunque a veces era fruto de una orden superior, como sucedió cuando los Reyes Católicos, tras la muerte del príncipe don Juan, prohibieron a los barberos afeitar a los habitantes de Burgos. La barba roja ha sido considerada propia de un hombre despótico, como Nerón, del que se sabe que la tenía de este color. En los países mediterráneos la barba rubia era señal de mala condición personal, aunque en Inglaterra, donde es común, se piensa que lo mismo de los que la tienen rojiza.

Para conseguir que los barbilampiños lucieran barba era preciso que se frotasen las mejillas con excremento de gato negro o sangre de murciélago. Tocar la barba a un hombre daba buena suerte. En todo Occidente ha sido creencia extendida que la mujer barbuda era víctima del mal de ojo de alguien que no la quería bien.

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